Ministros y ministros: El contraste entre lo falso y verdadero




Ministros y ministros: El contraste entre lo falso y verdadero 


Por: Félix Muñoz 


“Yo he escrito a la iglesia; pero Diótrefes, al cual le gusta tener el primer lugar entre ellos, no nos recibe. Por esta causa, si yo fuere, recordaré las obras que hace parloteando con palabras malignas contra nosotros; y no contento con estas cosas, no recibe a los hermanos, y a los que quieren recibirlos se los prohíbe, y los expulsa de la iglesia – 3 Jn 1:9-10 (RVR)”. 


Desde luego observando su propio contexto, 3 Juan se dirige a una persona individual, no a una iglesia, aunque no sabemos cuál fuera el Gayo aquí mencionado. Es posible que en 3 Juan 9 haya una alusión a 2 Juan, y si es así, entonces ambas cartas fueron a individuos en la misma iglesia (una a una mujer leal, la otra a un hombre leal) pro no hay una seguridad que así sea. Hay tres personas acusadamente delineadas en 3 Juan (Gayo, Diótrefes, y Demetrio). 


Gayo es el hermano laico digno de fiar en la iglesia, Diótrefes es el oficial dominante, y Demetrio el bondadoso mensajero de Éfeso portador de la carta, aquí vemos una vívida imagen de la primitiva vida de la iglesia y de la primitiva obra misionera en tales tiempos. Juan se encuentra en Éfeso, el último de los apóstoles con vida alrededor del 90. d.C. y con su mirada de discernimiento Escritural contempla la obra en Asia Menor. Los mismos engañadores gnósticos estaban en acción como los que se ven en las otras Epístolas. Pérgamo, es descrita en Apocalipsis 2:13 como el lugar “donde está el trono de Satanás” y no es de extrañarse el porqué es descrita así con un líder autoritario, imponente y auto-proclamado como Diótrefes. 


Esta carta es una muy personal, y se centra en un problema eclesiástico concerniente a los maestros itinerantes de la verdad los cuales Gayo les daba su hospitalidad como era costumbre, mientras que Diótrefres, un autonombrado líder autoritario en la iglesia había rehusado recibir a tales maestros. 


Gayo era un hombre nombre, amoroso y hospedador según los (vv.5-6) "Fielmente procedes" puede traducirse: “has hecho un trabajo fielmente”, “has dado garantía” o “hiciste lo que era seguro”. El texto se refiere a la manera de actuar de una persona, con esto demuestra que Gayo se mantenía en la verdad de la sana doctrina bíblica al proceder de manera correcta como Dios demanda en Su Palabra. Los maestros de la verdad se movilizaban en diversas áreas para compartir la Palabra y era gayo quien les alojaba. Cuando en el (v.7) menciona las palabras "Del Nombre" se refiere a "Jesucristo". La expresión es usada de esta manera en Hechos 5:41. 


Llama la atención que es la única carta que no menciona a Cristo por su nombre, lo que no significa que haya una omisión de Jesús. La comunidad cristiana primitiva utilizó el Nombre para referirse a Jesús, siguiendo la tradición hebrea de que el nombre revela la naturaleza del nombrado. 


Juan envió maestros a la iglesia, pero había un problema, "Diótrefes" (v.9), ¡que muchos hay de estos! Tal nombre (Diotrephes/Diosytrephö) traducido al castellano significa "nutrido por Zeus" en la antigüedad el nombre tipificaba el carácter de la persona, Zeus era un dios pagano el cual se creía en la mitología griega que era el rey de los demás dioses y que supervisaba e implantaba su dominio soberano a como dé lugar, su nombre expresaba muy bien su carácter, un hombre dominante que hacia lo que él deseaba. Diótrefes el cual es presentado por Juan como uno "Quien ambiciona ser el primero" literalmente significa “quien gusta ponerse él mismo en el primer lugar, Estar encariñado de ser el primero" o "tener cariño por el reconocimiento del trabajo (posición)". Al parecer, había una lucha por el poder en la iglesia entre Diótrefes y el apóstol Juan, es evidente que Diótrefes quería gobernar toda la iglesia, con sus acciones manifestadas en el (v.9) En la cual Juan afirma que él había escrito anteriormente a la Iglesia. Eso es una alusión a una breve carta de recomendación (Hch. 18:27; 2 Co. 3:1; Col. 4:10) enviada con los hermanos mencionados en los (vv.5, 7) o con algunos otros hermanos itinerantes. Diótrefes “Posiblemente destruyo la antigua carta” para que nadie supiera el contenido de la misma. Es muy importante observar que al ir desapareciendo los apóstoles, el gobierno de la iglesia del primer siglo dejaba de estar en manos de quienes fueron discípulos directos de Jesús, y muchos falsos se aprovecharon para usurpar el trabajo ajeno. 






Histórico culturalmente. Diótrefes era sin duda un autonombrado líder en la iglesia casera, el cual rehúsa brindar hospitalidad a los maestros que practicaban y ensenaban la sana doctrina del Señor Jesucristo y que llevaban consigo las cartas de recomendación de Juan. Muchos historiadores han aludido que podía ser a causa de un desacuerdo doctrinal, a causa de alguna desavenencia acerca del liderazgo, o a causa de su malhumorado y desagradable carácter el cual negaba la eficacia de la verdad de Cristo. Se pueden considerar las tres en el mismo contexto y sea cual sea el caso el rehúsa aceptar la autoridad de Juan y sus enviados, y en tales tiempos, rechazar a los enviados o representantes de una persona era ser descortés con aquel que los envió, en otras palabras, rehusar recibir a un representante era negar a la persona misma que los envió. 


Diótrefes es un ejemplo de alguien que aprovechaba ese vacío de autoridad para imponerse sin tener autoridad. Aún en la actualidad no ha desaparecido la ambición de ser el primero en la iglesia. La figura de Diótrefes se perfila en cada época y lugar como en la antigüedad. Todo ser humano necesita reconocimiento, y este debe otorgarse a cada quien de acuerdo con su testimonio y servicio en la congregación (1 Tes 5:12). Sin embargo, cuando este reconocimiento no es recibido naturalmente sino provocado por medio de presiones, mentiras y autoritarismo se pueden echar a perder los pocos logros que se hubieran alcanzado, y en la memoria de una congregación solo quedarán los tristes recuerdos de quien hizo tanto daño porque demandó el primer lugar a cualquier precio. Quien quiera ser el primero debe seguir la ruta delineada por el ejemplo de Jesús, que vino a servir y a dar su vida por todos. 


La verdad queda expuesta al hacer los adecuados análisis hermenéuticos, los cuales demuestran que el carácter de los falsos es una inclinación a la avaricia, y posición personal dominante. Por ello Juan menciona el mensaje de la buena imitación y no de la mala (vv. 11-12) Siguiendo su estilo, hace referencia a Diótrefes para contrastarla con Demetrio. La invitación a no imitar lo malo sino lo bueno se conecta de inmediato con la relación que cada uno tiene con Dios. Lo que nosotros llamamos “bien moral” es aquello que está en armonía con la voluntad de Dios en Su Palabra, y lo contrario tiene su correspondencia con un alejamiento de la voluntad de Dios, es decir apostasía. Esto expresa que el creyente debe ejercitar su discernimiento con la Palabra de Dios y seguir el buen ejemplo dado por esta. 


Aquí se ven varias cosas sobre Diótrefes: 1. Su actitud de no querer nada con un liderazgo sano. 2. Sus calumnias contra líderes de la iglesia. 3. Su mal ejemplo de negarse a recibir a los maestros de la verdad. 4. Si intento de expulsar de la iglesia a quienes se oponían a su liderazgo errado. 5. Su plan de usurpar un trabajo el cual a él no le costó. 


Con eso demostraba: 


a) Orgullo. 


b) Envidia. 


c) Falso testimonio. 


d) Falta de santidad. 


e) Falta de sabiduría/discernimiento. 


f) Falta de verdad. 


g) Dictadura. 


h) Autoritario, no servicial. 


i) Ladrón. 


Este autonombrado líder, era un hombre ambicioso que resistía la autoridad de los maestros de la verdad. Él los atacó públicamente, y prohibió que los hermanos fueran a resolver el problema, incluso, aquellos que tienen la misma falsa inclinación son capases de levantar falso testimonio con tal de quedarse con todo lo que otro, con gran sacrificio, ha logrado por amor al Señor en buen testimonio y fe. Hay un contraste presentado en las Escrituras, este autonombrado líder autoritario no gozaba lo que un verdadero líder eficaz disfruta en sus responsabilidades divinas. En base a ello, Pablo le escribe a Timoteo: "Esfuérzate para poder presentarte delante de Dios y recibir su aprobación. Sé un buen obrero, alguien que no tiene de qué avergonzarse y que explica correctamente la palabra de verdad - 2 Tim 2:15 (NTV)." 


Con esto da entender que la responsabilidad y obligación que posee todo aquel que predica la palabra de Dios la cual es bastante grande. Todos los seres humanos miran con indignación al abogado o juez que a raíz de la búsqueda de riquezas, distorsionan la verdad al atacar la reputación y posesiones personales de la gente a medida que los reducen a la pobreza. También se responde con indignación parecida ante el médico falso que, por incompetente, pone en peligro la salud y vida de otro por la búsqueda de ganancias financieras. Tales personas según el pensamiento coherente del hombre merece ser consideradas como criminales; el dolor y pérdida de las víctimas se les atribuyen a ellos justamente con tal nombre. Todo aquel que se ofrece a sí mismo como consejero o sanador para ocuparse de alguien durante un tiempo de crisis, y luego, por negligencia, incapacidad o codicia egoísta destruye sus vidas, es algo que revela falta de razón. Las asociaciones médicas y legales han establecido medidas para intentar prevenir tal negligencia. 


Pero, ¿y que del predicador como suministrador de la verdad de Dios? ¿Acaso no es responsable ante Dios por cualquier perversión de la verdad, independientemente de cuan tonta sea, y también por su negligencia e incapacidad? ¿Qué asociación terrenal le regula? ¿Acaso no es cierto que todo aquel que predica la Palabra de Dios, confronta una corte mayor que el foro legal o cualquier tribunal médico? "Amados hermanos, no muchos deberían llegar a ser maestros en la iglesia, porque los que enseñamos seremos juzgados de una manera más estricta - Stg 3:1 (NTV)." Ninguna profesión tiene un potencial tan alto de responsabilidad como la del predicador de la Palabra de Dios. Este juzgará a cualquier predicador en base a la precisión y a la certeza de su predicación. Cualquier falla como vocero de Dios no sólo ocasiona vergüenza sino juicio. El Espíritu por Su Palabra deja claramente dicho que todo pastor del rebaño de Dios debe "dar cuenta" de sus acciones sean buenas o malas (Heb 3:17). Vendrá el día en el cual el predicador tendrá que rendir cuentas. ¿Qué es lo que equipa a un hombre a fin de calificar para la responsabilidad de la predicación? 


Elementos Necesarios y Esenciales del predicador en su deber responsable: 1- Reverencia a Dios. 


2- Respeto a la dignidad del deber Divino (Pastor, Maestro, ¡Etc.!). 


3- Buen sentido. 


4- Sano Juicio. 


5- Una manera de pensar clara y profunda. 


6- Amor por la lectura. 


7- Dedicación diligente al estudio y meditación de la Palabra. 


8- Buena memoria. 


9- Buen dominio de las palabras. 


10- Saber cómo piensa la sociedad. 


11- Un talento poco común y mucho esfuerzo para explicar los pasajes oscuros de la Biblia. 


12- Resolver las complicadas aplicaciones de la Palabra a las vidas. 


13- Saber defender la Verdad en contra de sus opositores. 


14- por sobre todo lo mencionado, una relación íntima con Dios para que sea dirigido por el Espíritu en todos los asuntos conforme las Escrituras. 


Una cantidad mínima de conocimiento y habilidad jamás capacitarán al predicador para enseñar doctrina, exponer las cosas profundas de Dios, convencer la mente terca, capturar los afectos y la voluntad o iluminar las realidades oscuras para eliminar las sombras de confusión, ignorancia, las objeciones, el prejuicio, l atentación y el engaño. Por encima de todo, y a través de todo, el predicador debe ser hábil en el uso de la Palabra de Dios para detectar los errores de aquellos que le escuchan, para liberar hombres de sus fortalezas de ignorancia, convencer sus conciencias, tapar sus bocas y cumplir su responsabilidad de proclamar poderosamente el consejo de Dios. La Palabra es la única arma del predicador, la poderosa espada de doble filo que es la única que corta hasta lo más profundo del alma y espíritu (Heb 4:12). 


Si se cree que Dios ha preparado al expositor con la capacidad mental, a disciplina diligente y el don del Espíritu para predicar, el éxito todavía requiere un conocimiento profundo y una proclamación fiel de la Palabra. Sobre todo el predicador debe llegar a ser así "Así fue porque Esdras había decidido estudiar y obedecer la ley del Señor y enseñar sus decretos y ordenanzas al pueblo de Israel- Esd 7:10 (NTV)" y así "Mientras tanto, un judío llamado Apolos —un orador elocuente que conocía bien las Escrituras— llegó a Éfeso desde la ciudad de Alejandría, en Egipto - Hch 18:24 (NTV)." es decir, tener el deseo profundo de estudiar la Palabra y conocerla. 


La Biblia afirma claramente el llamado a la capacidad para exponer la Palabra de Dios: "En presencia de Dios y de Cristo Jesús —quien un día juzgará a los vivos y a los muertos cuando venga para establecer su reino— te pido encarecidamente: predica la palabra de Dios. Mantente preparado, sea o no el tiempo oportuno. Corrige, reprende y anima a tu gente con paciencia y buena enseñanza. Llegará el tiempo en que la gente no escuchará más la sólida y sana enseñanza. Seguirán sus propios deseos y buscarán maestros que les digan lo que sus oídos se mueren por oír. Rechazarán la verdad e irán tras de mitos - 2 Tim 4:1-4 (NTV)." Hay cuatro principios importantes en este pasaje: 


1)- La Seriedad del ministerio: La comisión del predicador es bastante seria y se expresa en el verso 1: "En presencia de Dios y de Cristo Jesús —quien un día juzgará a los vivos y a los muertos cuando venga para establecer su reino— te pido encarecidamente." Pablo el gran experimentado hombre de Dios habla a su hijo en la fe Timoteo sobre el sentido de tal responsabilidad. Un vivo ejemplo lo fue John Knox, cuando fue obligado a predicar la Palabra, y en anticipo a ello, se encerró en un cuarto y lloró por días porque temía a la seriedad de ese deber. ¿Es ese el sentido de responsabilidad que hoy en día tiene los predicadores sobre la seriedad de la proclamación de la Palabra? Al oírles se notará si es así o no y por sobre todo con su ejemplo de vida. El juez perfecto juzgará perfectamente la calidad, la precisión, el celo y el esfuerzo del predicador y su aplicación a lo que expone. El asunto es complacer a Dios y a Jesucristo, no agradar a los hombres. El juicio de los hombres es imperfecto y eternamente inconsecuente. El de Dios, perfecto y eternamente consecuente, es el único veredicto que importa, y Dios llamará a cuentas a cada ministro por sus faltas e irresponsabilidades. 






2)- El Tema: La comisión del predicador se expresa en el verso 2: "predica la palabra de Dios. Mantente preparado, sea o no el tiempo oportuno. Corrige, reprende y anima a tu gente con paciencia y buena enseñanza" La predicación es el mandato. No sólo se ha de retener la sólida Palabra (2 Tim 1:13), para usarla de forma precisa (2 Tim 2:15), para guardarla (2 Tim 1:14), sino para proclamarla. Colosenses 1:24-25 dice: "Ahora me gozo en lo que padezco por vosotros, y cumplo en mi carne lo que falta de las aflicciones de Cristo por su cuerpo, que es la iglesia; de la cual fui hecho ministro, según la administración de Dios que me fue dada para con vosotros, para que anuncie cumplidamente la palabra de Dios (RV60)." La predicación de la Palabra de Dios es la expresión exacta de la voluntad del Dios Soberano, que deja que sea Dios quien hable mediante el texto, no el hombre. 


La misma conserva los pensamientos del Espíritu y lleva al exponente a un contacto directo y continuo con la mente del Espíritu de Dios, el autor de la Escritura, de lo contrario será un filósofo humano irracional más, sumado a la lista de necios. Libera al expositor para que proclame toda la revelación Escrita de Dios, produciendo un ministerio saludable e íntegro. Promueve el conocimiento Bíblico y produce un abundante conocimiento de las verdades redentoras. Implica la autoridad divina definitiva, comunicando la voz misma de Dios. Y transforma al predicador, lo cual a su vez lleva a congregaciones transformadas sanamente, eso se verá en conformidad a si el Pastor/Ministro/Encargado vive lo que habla. 


3)- Su Alcance: "Mantente preparado, sea o no el tiempo oportuno. Corrige, reprende y anima a tu gente con paciencia y buena enseñanza" El predicador debe estar listo siempre a predicar, sea conveniente o no hacerlo. Está ansioso de exponer la maldad y promueve la justicia. Lo hace con paciencia y no con irritación, amargura o desaliento. Su predicación siempre es doctrina sólida verdadera que le muestra al pueblo el verdadero patrón de Dios para una vida integra. 


4)- La Urgencia: La comisión del predicador se expresa en los versos 3 y 4: "Llegará el tiempo en que la gente no escuchará más la sólida y sana enseñanza. Seguirán sus propios deseos y buscarán maestros que les digan lo que sus oídos se mueren por oír. Rechazarán la verdad e irán tras de mitos" Los pecadores no toleran las verdades inquietantes. Eso es de esperarse. Por otra parte, querrán escuchar mentiras agradables. Ellos podrán buscar lo sensacional, lo entretenido, lo que les enfoque y edifique el ego, que no los amenace y que los haga populares. Pero lo que el verdadero predicador habla como el dictado Divino hará lo contrario, ya que se hablará no por la gente, sino por Dios. 


El predicador lleva el mensaje que el pueblo más necesita escuchar casi siempre será el que menos les guste escuchar. Pero cualquier cosa menor que el compromiso del predicador para con la predicación verdadera reducirá sus ovejas a un rebaño débil, vulnerable y sin conocimiento real. Todo aquel que desee predicar la Palabra de forma precisa primeramente tendrá que comprender la responsabilidad que carga la misma, todo aquel que desee enfrentar al juez el día del juicio y experimentar el agrado del Señor por su esfuerzo; y que desea con ansias predicar la Palabra y permitir que Dios hable mediante si de una manera edificante, así como El la dio; para que todo aquel que desee ver a las personas transformadas radicalmente y llevando vidas consagradas, solo existe una cosa, predicar la verdad como Dios demanda, ¿cómo se logra?, educándose, conociéndola, y expresándola en la vida diaria. Si desea ser uno de esos predicadores que anhelan el corazón de Dios, que alimentarán los oidores con conocimiento Divino del entendimiento espiritual mediante la exposición Bíblica, La responsabilidad, dedicación, estudio, entrega, y compromiso con Dios de hablar lo que Él desea que se hable será el factor dominante que lleve a las vidas a la Verdad, de lo contrario se usara la verdad como un arma y no como una herramienta edificante. 


La autenticidad de la predicación bíblica se empaña de modo significativo debido a que los comunicadores contemporáneos están más preocupados de la relevancia personal que de la iluminación en la revelación divina Escritural. La Escritura inequívoca requiere una proclamación centrada en la voluntad de Dios y en la obligación que tiene la humanidad de obedecerle a Él. Los ministros han de imitar a Dios y realizar su mejor esfuerzo para instruir al pueblo en los misterios de la santidad y enseñarles que creer y practicar, para entonces conducirlos a obrar, de que practiquen lo que se les enseñó. De otra manera es posible que su labor sea en vano. El no hacer esto es una de las razones principales por las cuales muchos hombres caen en tantos errores como lo hacen en estos días. Con esto se entiende que un supuesto ministro que haga lo contrario a las responsabilidades mencionadas, demuestra un Diótrefes en él, irresponsable y falso. 


Pablo expone claramente como reconocer un verdadero hombre de Dios para poder diferenciarlo de uno falso (1 Tim 6:11-14) según el Contexto Literario e histórico cultural, en la Escritura, los voceros de Dios son llamados mediante diversos títulos tales como, profeta, anciano, evangelista, pastor, Maestro Etc!. Tales títulos se refieren, por lo general, a la tarea que ejecuta el hombre. Sin embargo, uno de ellos hace referencia al carácter del hombre que sostiene un oficio. Tal título es “hombre de Dios”. El mismo es usado frecuentemente en el A.T (Deut 33:1, 1 Cro 23:14, Esd 3:2, 1 Sm 2:27, 1 Sm 9:6, Neh 12:24-36, 1 Ry 17:18, 2 Ry 4:8-9). En cada caso, el término “hombre de Dios” se refiere a alguien que represento a Dios al hablar Su Palabra. Aunque el título es bastante común en el A.T, aparece aquí en N.T para referirse a los profetas del A.T, y a los que predican la Palabra en el tiempo cuando fue escrita la carta a Timoteo. Al llamarlos así, los identifica con una extensa línea de voceros de Dios que indudablemente se procura que el joven se fortaleciera en la determinación de permanecer firme frente a las presiones de su ministerio. 


A Timoteo no le faltaron presiones ministeriales, el ejemplo de ello se ve en: 


1. falsas doctrinas, 2. líderes pecaminosos y descalificados, 3. impiedad y tolerancia al pecado, y esto solo con algunas de muchas cosas con las cuales Timoteo tuvo que lidiar. 


Pablo le recuerda a Timoteo que es un «hombre de Dios» añadiendo así una responsabilidad a su llamado. Le da entender qué él es un representante divino 1 Timoteo 6:11-14, presentándole cuatro señales de un «hombre de Dios» las cuales son: 


a) Se identifica por aquello a lo que huye, b) por lo que sigue, c) por lo que lucha y d) a lo que le es fiel. 


¿Cómo se puede conocer a un hombre de Dios? 


I. Es marcado por aquello a lo cual huye 


Pablo manda a Timoteo que “huya”. “Huir” del gr. “pheugo” significa “fugitivo”. Es utilizada para hablar de huir de un animal salvaje, una serpiente venenosa, una plaga mortal, o un enemigo que ataca. Comunica “continuar huyendo”. Un hombre de Dios es un fugitivo de por vida, uno que huye de aquellas cosas que podrían destruirlo a él, su familia y a ministerio. La biblia presenta las amenazas de las cuales se debe huir (1 Cor 6:18, 10:14, 1 Tm 6:20, 2 Tm 2:16, 3:5, 2:22). El contexto inmediato de 1 Tim Cap. 6 indica que se debe huir del amor al dinero. En los versos 9-10 se hacen unas advertencias (1 Tm 6:9-10). El hombre de Dios debe huir, de los males asociados con el amor al dinero: “varias tentaciones, trampas, deseos dañinos que llevan a la destrucción, la apostasía y la pena.” La codicia es el enemigo número uno que destruye al hombre, así que debe huir del amor al dinero para no caer en la trampa codiciosa. 


El amor al dinero y las posesiones materiales es un pecado característico de los falsos maestros. 


1. Balaam, el codicioso profeta que servía a precio (Deut 23:4, 2 Pd 2:15). 


2. Judas, que traiciono al Señor por treinta monedas de plata (Mt 27:3). 


3. Los falsos profetas que Isaías llamo perros codiciosos (Is 56:11). 


4. Los codiciosos profetas de los días de Jeremías (Jer 6:13, 8:10). 


5. Los que profetizaron por dinero, de los cuales habla Miqueas (Miq 3:11). 


6. Los esclavos de sus apetitos que engañaron a los romanos (Rom 16:18). 


7. Los parlantes vacíos engañadores de Creta, que molestaron a familias completas por ganancias depravadas (Tit 1:11). 


8. Los tele-exponentes modernos (aclaro, no todos son así), hambrientos de dinero, predicadores del falso evangelio de la prosperidad del tiempo presente, falsos maestros que se han caracterizado por la codicia. 


Todo esto es un contraste notable con el «hombre de Dios». Un hombre de Dios no es como los tales, que en las palabras de Pablo, están «falsificando la Palabra de Dios – 2 Cor 2:17». 


El hombre de Dios no es un falso espiritual, es uno que proclama el mensaje de Dios y no lo vende. Presenta a los corazones de los hombres la verdad de Dios, no en el de hacerles cosquillas a sus oídos para agradarlos, no hace nada por ganancia personal. Por ello es precisamente que un pastor, administrador o anciano debe estar libre del amor al dinero (1 Tm 3:3). 


Esta virtud resguarda contra dos verdadero peligros: 


1. “la tentación de pervertir el ministerio mediante el uso de la Palabra de Dios para enriquecerse.” 


2. “el peligro de ignorar el ministerio para enriquecerse mediante negocios ajenos.” 


Por ello Pablo evitó que se le acusara de codicia en su ministerio (Hch 20:33-35). Pablo era tan sensible a que se le acusara de predicar por ganancia que, a pesar de que tenía el derecho de ser apoyado financieramente en su ministerio (1 Cor 9:3-5), cedió ese derecho para que no se obstaculizara el evangelio (1 Ts 2:9). Pablo defendió el derecho de cada predicador a que fuera pagado por aquellos que recibían su ministerio (Gal 6:6), pero fue claro cuando expuso el pecado de la codicia y el descontento (1 Tm 6:6-8). Un hombre podría denominarse como predicador, pero si está en el ministerio por dinero, no es un hombre de Dios. Ha prostituido el llamado de Dios por la ganancia personal. 


Cristo mismo advirtió qué no se puede servir a dos señores (Mt 6:24). El hombre de Dios jamás debe poner precio a su ministerio, jamás debe pedir dinero por proclamar la Palabra de Dios. Debe contentarse con el apoyo que provee el Señor mediante las ofrendas de su pueblo, debe reposar en la soberanía divina porque el Padre sabe de qué se tiene necesidad (Mt 6:8). Cualquier supuesto ministro que ponga precio a su ministerio lo devalúa. 


II. Está marcado por aquello que sigue 


El hombre de Dios no solo se conoce por aquello a lo cual huye (codicia de amar el dinero), sino también por aquello que sigue: “Atrás están los pecados que podrían destruirle; adelante yacen las virtudes que hacen poderoso su ministerio.” Siempre y cuando viva en esta tierra, el hombre de Dios jamás dejara de correr. Si deja de huir del mal, este le alcanzara; y si deja de seguir la justicia esta le eludirá. Toda su vida y ministerio es una huida de lo que está mal y la búsqueda de lo correcto, eso es temer a Dios. El verbo griego traducido para “buscar” es “dioko” e indica la naturaleza continua de tal búsqueda. En la segunda parte de 1 Timoteo 6:11, se presentan seis virtudes que todo hombre de Dios debe buscar: 


1. Justicia. 


2. Piedad. 


3. Fe. 


4. Amor. 


5. Paciencia. 


6. mansedumbre. 


Las primeras dos son principios generales, mientras que las últimas son más específicas. 


1- Justicia: El primero de los principios, “justicia” del gr. “dikaiosun” se refiere al comportamiento correcto hacia Dios y el hombre. Aquí la referencia no es la justicia imputada recibida en la salvación, sino a la justicia práctica que el creyente debe exhibir en su vida, la práctica de la justicia de Dios debe ser una marca en los Suyos, la justicia es la señal de un verdadero creyente, cuanto más debe ser la característica de un “hombre de Dios”, el hombre de Dios debe ser uno de ejemplo a seguir (1 Tm 4:12, Sal 101:6). Es un asunto muy feo cuando un creyente que ministra la Palabra de Dios no respalda su mensaje con su vida, los mejores mensajes no tendrán efecto alguno si le falta la justicia en su vida. Se debe vivir una vida: 






a) En obediencia a la Palabra de Dios. Debe practicar lo que predica, o nadie más lo hará. El Señor solo le permite a un hombre justo de Dios predique de forma legítima el mensaje de la justicia divina en Cristo (1 Cor 9:27). 


b) Debe ser moralmente irreprensible (1 Tm 3:2, Tit 1:6), no perfecto, pero si irreprensible, este es un factor determinante en la vida de un verdadero hombre de Dios. 


2- Piedad: Tal palabra viene del griego “eusebia” y está íntimamente relacionada con la justicia. La justicia habla de la conducta externa, la piedad habla de la actitud interna. La piedad es la esencia de la santidad, la reverencia y devoción que dirige el comportamiento justo. Es una actitud correcta; la que a su vez coloca un motivo apropiado. El significado básico es en sí reverencia a Dios. El ministro verdadero es caracterizado por que sabe lo que significa perseverar en el temor de Dios (Prv 23:17). No solo hace lo correcto, sino que también piensa de forma correcta; no solo se comporta adecuadamente, sino que también está correctamente motivado. Es un hombre que sirve a Dios con reverencia y admiración (Heb 12:28). La justicia y la piedad son dos cualidades indispensables de un hombre de Dios. Un creyente no santificado es inútil para Dios, y un peligro para sí mismo y para el pueblo. Dios tiene una pobre opinión de los tales (Sal 50:16-17, Jer 23:1-2, v.11). 


Charles H. Spurgeon una vez dijo: “Que el ministro se ocupe de que su carácter personal concuerde en todo con su ministerio. Todos hemos escuchado la historia de un hombre que predicaba bien y vivía tan mal, que cuando estaba en el pulpito todos decían que no debía salirse de allí, y cuando estaba fuera del mismo todos declaraban que jamás debía entrar en él.” Solo los que practican la justicia y la piedad están preparados para el servicio de Cristo (2 Tim 2:21). La búsqueda de la justicia y la piedad requieren una negación (1 Cor 9:27). John Owen dijo: “Un ministro puede llenar los banquillos, su lista de comunión, las bocas del público, pero lo que ese ministro es sobre sus rodillas en secreto ante Dios Todopoderoso, es lo que es y nada más” (Hch 6:4). 


Una de las características de un falso, es que estudia la biblia para hallar un sermón y no como su alimento de vida. La función de la Biblia es clara, redargüir, corregir, y preparar al hombre de Dios en justicia equipándolo para toda buena obra (2 Tim 3:16-17). Luego a través de él hace lo mismo para las personas que lo oyen. 


Las virtudes específicas que se mencionan en 1 Timoteo 6:11 corresponden a las virtudes generales de justicia y piedad. 


1- Fe: Del gr. “pistis” significa confianza plena en Dios para todo, una lealtad absoluta que se sujeta al Señor. El hombre de Dios vive por fe y no necesita hurtar lo ajeno porque comprende que Dios tiene el control de todo. Confía en el Dios soberano para que cumpla Su Palabra, para satisfacer todas las necesidades, y proveer los recursos que necesita para proseguir su ministerio (Fil 4:11-13, v.19). Vivir una vida de fe es vivir libre de frustraciones, sin forzar las cosas para que sucedan o manipular a las personas para que actúen. El hombre de Dios está consciente del tremendo peso de responsabilidad que tiene su ministerio, y está relajado debido a su confianza en la soberanía de Dios. Al tratar de edificar sus ministerios e iglesia solos, se encuentran en competencia con el Único que puede edificar (Mt 16:18), eso es característico de un falso. 


2- Amor: Del gr. “ágape” se refiere a un amor determinado, no a un sentimiento emocional. Es un amor que no tiene restricción, condición o límite alguno. Significa amor para todos: amor a Dios, al hombre, a los creyentes y a los incrédulos (Mt 22:37-39). El hombre de Dios debe ser un amante de Dios y sus propósitos, el Espíritu Santo es que vierte ese amor y lo hace fluir en la vida del creyente (Rom 5:5, Gal 5:22-23, 1 Jn 5:1-2). A medida que ama a Dios lo suficiente como para apartarse del pecado, también ama a otros lo suficiente como para confrontar su pecado y el suyo personal (1 Cor 13:6). 


3- Perseverancia: Del gr. “hupomone” significa literalmente “permanecer debajo”. No es una lealtad inquebrantable para con el Señor en medio de las pruebas (Hch 20:2224). Aunque el hombre de Dios pueda sobrepasar pruebas severas, una angustia severa, y dificultades severas, no fluctúa ni se compromete con nada fuera de Dios y su voluntad. Confía en Dios, no importando cuales sean las circunstancias (1 Pd 4:19). 


4- Mansedumbre: Del gr. “praupathia” se traduce como “tolerancia” o “humildad”. El hombre de Dios no tiene razón alguna para alardear (Col 1:29). Recuerda las palabras del Señor (Lc 17:10). No existe lugar alguno para el horrendo orgullo en el ministerio cristiano, lo contrario sería como lo antes mencionado, un Diótrefes cualquiera. El hombre de Dios tiene la mente de Cristo: la mente de la humildad (Fil 2:18, Mt 11:2830). Un verdadero hombre de Dios procura exaltar a su Maestro, no a sí mismo. La justicia, la piedad, la fe, el amor, la perseverancia y la mansedumbre son la meta de un hombre de Dios. Son sus objetivos para toda la vida. Si esas virtudes no son el fin constante del creyente, él no es un hombre de Dios, sino uno que se comisiono a sí mismo, y puede ser considerado un falso. 


III. Se conoce por lo que lucha 


1 Timoteo 6:12 hay una instrucción muy detallada “pelea la buena batalla de la fe, echando mano de la vida eterna, a la cual asimismo fuiste llamado, habiendo hecho la buena profesión delante de muchos testigos”. 


El verdadero creyente. Es guerrero, es un soldado, su batalla es contra el mundo, contra la carne, y contra el diablo y su reino de tinieblas. Batalla en contra del pecado, la herejía, la apatía y la falsedad en la iglesia. Pablo percibió que el ministerio claramente es una batalla (2 Tim 2:34). Eligio servir a pesar de los adversarios que encontró (1 Cor 16:8-9), y al final de su vida pudo exclamar de forma triunfante que pudo pelear la batalla (2 Tim 4:7). El ministro es blanco especial del enemigo. Según el texto de (1 Tim 6:12), la palabra “pelea” se deriva del gr. “agn” de donde se deriva el vocablo “agonía”. Se usa en contextos militares y en referencia a acontecimientos atléticos incluyendo la lucha libre y el boxeo de tales tiempos. Esto expresa una concentración, esfuerzo, y la disciplina requerida para ganar una competencia. En tiempos antiguos, el boxeo grecorromano era un asunto mucho más serio de lo que es hoy día. En contraste con los guantes llenos de algodón (guata) en el boxeo moderno, los de los juegos grecorromanos eran rellenos con plomo y hierro. Y al perdedor de la pelea se le sacaban los ojos. Por lo tanto, las imágenes que usa Pablo para el ministerio como una pelea, tenía un sentido muy serio. Al igual que los verbos en 1 Timoteo 6:11, “agonizomai” expone la naturaleza continua de una lucha. El verdadero creyente en contraste a un falso, se conoce porque es el objetivo a derribar constantemente por la maldad, en cambio el falso no. 


IV. verdadero creyente se conoce por aquello a lo cual le es fiel 


1 Timoteo 6:13-14, Pablo enfatiza la importancia de ser fiel, el énfasis principal de la exhortación es sobre la frase «el mandamiento» en el verso 14. Al ser nutrido por la Palabra de Dios, preservándola pura, el verdadero hombre de Dios es, primera y primordialmente un guardia del tesoro de la verdad que ha de proclamar, jamás ira tras la mentira y mucho menos actuara a 


favor de ella. Se guardará de todo error o confusión. Las Escrituras advierten que la verdad debe ser preservada de forma precisa (1 Tim 4:6-7, 6:2-4, 6:20, 2 Tim 1:13, 2:15) que se debe trabajar fuerte al predicarla y enseñarla (1 Tim 5:17, 2 Tim 4:2). Se manda en el texto vigilar la Palabra. Eso se hace no solo hablándola, sino viviéndola. Nada es más trágico que un mensajero que menosprecia su mensaje con una conducta pobre, así son los falsos. 


No hay mayor privilegio que ser un hombre de Dios y predicar Su Palabra. Pero junto con ese privilegio viene también una gran responsabilidad (Stg 3:1). Mediante toda la Escritura hay muestras de ello: 


1. Moisés y Aarón se les negó la entrada a la tierra prometida debido a un acto de desobediencia. 


2. A un hombre de Dios de Judá, que vino del norte a presentar una profecía a Jeroboam (1 Ry 13:19-24), Dios le había encargado, de manera estricta, que no comiera pan ni bebiera agua en su estancia allí. Pero cuando lo hiso por el engaño de otro, desobedeció a Dios haciéndolo (v.19). Y la reacción de Dios fue inmediata (vv.20-22). Poco después de irse, fue atacado y puerto por un león (v.24). 


Ser un hombre de Dios (creyente verdadero) implica una tremenda y grandísima responsabilidad. Que Dios ayude a cada creyente, mediante su gracia, a permanecer fiel y a ser verdadero. 


"El error de ustedes es que no conocen las Escrituras y no conocen el poder de Dios - Mt 22:29 (NTV)." 


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