La palabra castellana sabbat es
una transliteración adaptada del griego sabbaton, y este a su vez del hebreo šabbāt.
El término
hebreo tiene la misma raíz que el verbo «parar, cesar»; la semejanza con la
palabra hebrea «séptimo» permite crear un juego de palabras que sugiere el
ciclo de siete días de la observancia del sábado. Guardar el sábado era un importante marcador de la identidad judía y un
asunto sobre el cual Jesús chocó con los *fariseos de su tiempo. En este
escrito veremos al menos tres facetas sobre el šabbāt.
1. El sábado en el Antiguo Testamento
2. El sábado en tiempos de Jesús
3. El sábado en los Evangelios
1.
El sábado en el Antiguo Testamento.
Al
ciclo de siete días con un descanso al final de una semana de trabajo se le da
su base teológica más profunda en Génesis 2:3: «Y bendijo Dios al día séptimo,
y lo santificó, porque en él reposó de toda la obra que había hecho en la
creación». La importancia del mandamiento veterotestamentario sobre
el sábado queda clara por su inclusión en los Diez Mandamientos (Ex 20:8–11; Dt
5:12–15), donde, junto a la prohibición de los ídolos, tiene el honor de ser el
mandamiento en el que más se abunda. En la forma del mandamiento de Éxodo la
obligación está basada en el patrón de Dios en la creación; en Deuteronomio el requisito
se basa en el rescate divino del pueblo de Dios de la esclavitud en Egipto.
Guardar el sábado era un marcador de la alianza entre Dios y su pueblo (Ex
31:16–17; Ez 20:12, 20).
El descanso sabático era una
obligación solemne, tan seria que su violación se consideraba una ofensa
capital (Ex 31:14–15; 35:2; cf. Nm 15:32–36). Pero en AT no invierte mucho
tiempo en definir en qué consistía «no hacer ninguna obra» (Ex 20:9). En el
Pentateuco solamente vemos que no se debían encender fuegos (Ex 35:3) ni
recoger palos para encender un fuego (Nm 15:32–36), y que no debía recogerse el
maná (Ex 16:22–26). Por lo que se dice en otros lugares podemos añadir que no debía
llevarse carga (Jr 17:21–22) —esto probablemente iba dirigido a los
preparativos para la actividad comercial (cf. Neh 13:15)— y, en un plano más
general, que ocuparse de los propios asuntos no era adecuado durante el sábado
(Is 58:13), como tampoco lo era guardar el sabbat con amargura o reticencia (Am
8:5). En la parte positiva tampoco encontramos mucha definición concreta. No
trabajar implicaba descansar (Dt 5:14). Levítico 23:3 habla de una «santa
convocación» el sábado. No se ofrece ninguna aclaración más, pero dado que las
festividades incluían santas convocaciones, el sábado probablemente era
considerado como un festival menor o incluso informal. Durante el sábado
se exigían ofrendas especiales (Lv 24:5–9; Nm
28:9–10; cf. Ez 46:4). Está claro que no trabajar
durante el sabbat marcaba y celebraba la relación con Dios, pero el modo en que
esto se producía en la práctica quedaba bastante abierto.
2.
El sábado en tiempos de Jesús.
Tanto a los propios ojos de los
judíos como a los ojos de los demás, la observancia del sábado era un
importante marcador de la identidad judía (véase Josefo, Apion. 2.20–21, 282;
Filón, De Vita Mos. 2.21), y en tiempos de Jesús el modo de guardar el sábado
estaba mucho más especificado, si bien diferentes grupos tenían su propia
manera de entender lo que se podía y lo que no se podía hacer durante el sabbat.
Existía acuerdo sobre la distancia que se permitía recorrer en sábado (Hch
1:12; CD-A X, 21). Las prohibiciones del sabbat podían aparcarse cuando la vida
humana estaba en peligro (1 Mac 2:29–41); excepto en casos extremos, los
soldados judíos no portaban armas en sábado (Josefo, Ant. 14.226–227). El
transporte de mercancías estaba totalmente prohibido; la comida para el sábado
debía prepararse el día anterior; no podía recogerse agua; mantener relaciones
sexuales con la esposa no estaba permitido (Jub. 2:29–30; 50:6–13). Cabría
pensar que algunas de las restricciones adicionales más rigurosas de CD-A X,
14-XI, 18 eran una marca distintiva de grupos sectarios como los de la
comunidad de Qumrán, igual que lo era probablemente la prohibición de tener relaciones
con la esposa en la lista de Jubileos. En la época de Jesús se había convertido
en costumbre reunirse en las *sinagogas durante el sábado para la oración
comunitaria, la lectura de la Escritura y la enseñanza.
3.
El sábado en los Evangelios.
En general, Jesús cumplía las
estipulaciones bíblicas acerca del sabbat, así como las de su propia cultura.
Asistía a los cultos de la sinagoga y allí se le permitía enseñar (Mc 1:21;
3:1; 6:2 par.; Lc 13:10). Estaba preocupado por el probable impacto sobre los
*discípulos si tenían que huir en sábado (Mt 24:20). Para las *mujeres discípulas
de Jesús era natural no ir a la tumba para cuidar el cuerpo del Señor hasta
después del sábado (Mt 28:1; Mc 16:1; Lc 23:56–24:1). En relación con el sábado,
Jesús chocó con los líderes judíos solamente a cuenta de las *curaciones (Mc 3:1–6
par.; Lc 13:10–17; 14:1–6; Jn 5:2–18; 7:19–24; 9:1–41) y de la libertad con que
se sentían sus discípulos para comer grano de un campo (Mc 2:23–28 par.). Desde
un cierto punto de vista estos conflictos podrían parecer innecesarios: no había
ninguna emergencia en el caso de las sanidades; y aunque los discípulos
probablemente estaban hambrientos de verdad, no cabe pensar que eso supusiera
ninguna amenaza seria para su salud. Aunque no se trata de exactamente de
conflictos «preparados», sí parecen ser conflictos que Jesús deliberadamente
decidió no evitar, con vistas a tener la oportunidad de lanzar un desafío. Por
lo tanto, los relatos evangélicos de las explicaciones de Jesús son merecedores
de una
atención
especial.
3.1.
Marcos.
No todas las curaciones de Jesús
en sábado se nos dice que fueran motivo de controversia. El exorcismo de Marcos
1:21–28 es bien recibido y se reconoce la llamativa autoridad ejercida por Jesús
sobre lo demoníaco. En este caso se desencadena una crisis en la que los *demonios
se enfrentan a Jesús; el aplazamiento hasta el día siguiente no parece
apropiado. La curación de la suegra de Pedro en Marcos 1:29– 31 tienen lugar en
un entorno privado donde nadie, salvo los seguidores más próximos de Jesús están
presentes. En Marcos 1:32–34 toda la gente que traía a los enfermos y
endemoniados para ser sanados esperó hasta el final de sabbat para hacerlo. La
primera actitud crítica hacia la actividad de Jesús en sábado aparece en Marcos
2:23–28 en relación con los discípulos que arrancan espigas de grano en el sabbat.
Ciertos fariseos insisten en que esta acción es ilegal. Jesús responde con tres
argumentos, o quizás dos, siendo el tercero un comentario de Marcos para sus
lectores. Cosechar en sábado está específicamente prohibido en Éxodo 34:21. Es
probable que la acción de los pobres de espigar después de la cosecha también
entrara dentro de esta prohibición. Pero ¿debería extenderse la prohibición a
hacer uso durante el sábado del acceso limitado al producto de los campos,
antes de la cosecha, que establece Deuteronomio 23:24–25? Los pobres tenían hambre
en sábado. Aunque todo lo que se pudiera hacer el sexto día debía hacerse, la
preparación inmediata de comida no constituía una violación del sabbat (Jub.
50:8– 10; m. Šabb. 7.2). Los fariseos que acusaban a Jesús consideraban que sus
discípulos estaban cosechando.
En su respuesta inicial Jesús
compara su provisión de alimento para los discípulos con la provisión de
alimento que hizo David para él y sus compañeros en 1 Samuel 21:1–6 (Mc 2:25–26).
La comida consistió en los panes para el uso exclusivo de los sacerdotes. El
argumento probablemente no es que, en principio, el hambre anula el sábado — puede
hacerlo en casos extremos, pero aunque así fuera en el caso de David, no lo era
en el de los discípulos— o que Jesús, como David, estuviera «por encima» de la
ley. Tal vez Jesús consideró que David estaba actuando según una escala de
valores que permitía saltarse las obligaciones habituales de la ley; por tanto,
por analogía, Jesús pensó que lo mismo ocurría en su situación. Otra
posibilidad es que Jesús estuviera afirmando ser una figura davídica. Pero si
esto era así, ¿en qué sentido? ¿Se trata de una crisis en relación con la
fundación de la dinastía davídica frente a la crisis escatológica de la venida
del *reino mesiánico de Dios? o ¿acaso pretende Jesús ser, como David, «varón conforme
a mi corazón, quien hará todo lo que yo quiero» (Hch 13:22), que también está
en una posición que le permite ofrecer una interpretación autoritativa de la ley?
El asunto no está claro del todo, pero la última sugerencia parece contar con más
puntos a su favor, aunque es posible que los matices mesiánicos no estén
ausentes.
Para el Jesús marcano, las reglas
estrictas sobre quién puede comer los panes de la presencia nunca pretendieron
evitar la acción de David, igual que las restricciones del sabbat nunca se
pensaron para evitar la acción de los discípulos. Jesús retoma el comentario de
los fariseos sobre la acción de sus discípulos («no es lícito»), para hablar de
un caso en que la expresión «no es lícito» encaja con las estipulaciones veterotestamentarias,
pero en el que no obstante David no hizo nada malo. Pero Jesús no acepta la
acusación de los fariseos contra el comportamiento de los discípulos. Por lo que
a él respecta, los discípulos no incumplían ninguna ley, solamente una aplicación
abiertamente estricta e inhumana de la ley. (La perspectiva de los pobres y
necesitados brilla por su ausencia en el tratamiento del sábado en m. Šabb.) En
su segunda respuesta (Mc 2:27) Jesús apela a la secuencia de la creación en
Genesis 1:1–2:3 para insistir en que el sábado se instituyó para beneficio de
la humanidad, no al revés (cf. Mejiltá sobre Ex 31:12, 14). El sabbat es la
bendición de Dios, no una restricción contraria a la vida ni una serie de
normas rígidas y arbitrarias que hay que obedecer. La tercera respuesta de Jesús
(Mc 2:28) podría tratarse de una cita, y por tanto entenderse como las palabras
de Jesús, o un comentario editorial indicando algo que Marcos considera que se
puede deducir de este episodio. El griego permite ambas posibilidades. Sin embargo, como respuesta de Jesús se hace difícil encontrarle sentido al
comienzo de la oración «por tanto, de modo que» (gr. hōste). Como un aparte sí
tiene sentido.
Tal como hemos visto, Jesús está arrogándose la autoridad
de interpretar la ley, en este caso la ley sobre el sábado. Él es quien está capacitado
para declarar lo que está permitido y lo que está prohibido. Como *Hijo del
Hombre él es Señor del sábado.
Marcos 3:1–6 también plantea el
tema de qué es lícito hacer en sábado (Mc 3:4). Según el punto de vista de los
fariseos, las sanidades que hacía Jesús eran trabajo y, por tanto, no se podían
hacer en sábado (cf. m. Šabb. 14:3–4, donde comer o beber aquello que se
considera que tiene propiedades curativas está prohibido; y m. Šabb. 22:6,
donde colocar una extremidad rota o aliviar una mano o un pie dislocados echando
agua fría sobre él está prohibido). El hecho de que sanara tan solo mediante la
palabra podría haberse considerado que marcaba la diferencia, pero está claro
que no fue así a ojos de sus críticos en Marcos 3:1–6. La actividad de Jesús y
su defensa crearon enemigos que querían destruirlo. Jesús se defiende con una
pregunta planteada a modo de dos antítesis. La segunda, «para salvar la vida o
quitarla» recuerda a un pensamiento judío sólidamente establecido (véase 1 Mac.
2:39–41; m. Yoma 8:6–7; m. Šabb. 16.1–7; Mejiltá sobre Ex 31:13; y, con
estrictas limitaciones, CD-A XI, 16–17), pero que Jesús quería ampliar esto más
allá de las situaciones extremas queda claro por la otra antítesis que se yuxtapone:
se interpretan la una a la otra. El enfoque de Jesús sobre la observancia del sábado
está basada en la convicción de que el amor a Dios y al prójimo están intrínsecamente
unidos. Lo que deshonra a mi prójimo no puede honrar a Dios, y lo que hace que
mi prójimo siga sufriendo solamente puede ser malo.
Aunque las palabras y acciones de
Jesús llevan inmediatamente a un complot para acabar con él (Mc 3:6), es
improbable que una acusación legal contra Jesús por violar el sabbat fuera el
mecanismo que se pensara emplear. Dado que la observancia del sábado era una
marca fundamental de la identidad judía a ojos tanto de judíos (e.g., Ex 20:8– 11;
Neh 13:15–22; CD-A X, 14-XI, 18; Josefo, Ant. 14.237; m. Šabbat) como de
gentiles (Séneca, Persio, Marcial y Juvenal comentan sobre ello en términos
negativos), una acusación de infidelidad al sabbat, caso de ser creíble,
desacreditaría a Jesús. La diferencia que aquí se aprecia entre Jesús y los
fariseos sobre qué era permisible en sábado pertenece a otras disputas internas
del judaísmo sobre qué se podía hacer en sábado y otros días festivos. Solo una
evidente desconsideración hacia el sabbat habría atraído la atención de las
cortes judías, e incluso entonces no en los términos de pena de muerte
contemplada en la ley del AT (Ex 31:12– 17; Nm 15:32–36). En CD-A XII, 3–6 está
claro que incluso los muy estrictos esenios excluyeron la pena de muerte, y si
bien m. Sanh. 7:8 la mantiene en teoría, el requisito de ser advertido por dos
testigos antes de la infracción significa que en la práctica se habrían
impuesto menos condenas. El Jesús de Marcos se preocupa de la práctica del sábado,
no de si el sábado debe guardarse o no.
3.2.
Mateo.
Los materiales relevantes de
Mateo son versiones de los que hemos visto detalladamente en Marcos. Aquí solo
nos ocuparemos de las principales diferencias. En Mateo 12:1–8 Mateo deja fuera
la segunda respuesta de Jesús de Marcos 2:27, sustituyéndola con otras dos respuestas:
la primera (Mt 12:5) llama la atención sobre la manera en que los requisitos
del *templo invalidan las normas del sábado: los sacerdotes «profanan» el sabbat
y no son culpables. Mateo
pasa a insistir en
que algo más grande que el templo está presente. Deberíamos interpretar que lo que se afirma es que Jesús tiene tal
importancia que puede arbitrar en relación con lo que no son auténticas
violaciones del requisito normal de no trabajar durante el sabbat. La segunda
respuesta que añade Mateo (Mt 12:7) explica por qué Jesús considera que sus discípulos
no son culpables. Se toma en serio la perspectiva profética de Oseas 6:6: «Misericordia
quiero, y no sacrificio». La intención del sábado es la de un Dios que
personifica la misericordia y la gracia, y que por consiguiente es eso lo que
espera de su pueblo. En Mateo 12:9–14 el modo de argumentar es bastante
diferente del de Marcos 3:1–6. En lugar de la doble pregunta antitética aparece
una comparación con el cuidado de las ovejas. Una oveja que cae en una zanja en
sábado es rescatada; las personas importan más que una oveja. CD-A XI, 13–14
adopta un punto de vista más severo que aquel al que apela Jesús (pero cf. Prov
12:10; m. Šabb. 18:3). Pero el argumento de Jesús pretender operar al nivel
visceral de la imaginación y la experiencia.
3.3.
Lucas.
Por lo que se refiere a lo que
aquí nos interesa, las versiones lucanas (Lc 6:1–5, 6–11) de los dos relatos de
las controversias marcanas siguen muy de cerca a Marcos y no merecen que le dediquemos
una atención específica. (Al
igual que Mateo, Lucas deja fuera Mc 2:27). Pero Lucas también
tiene Lucas 13:10–17; 14:1–6. El argumento en Lucas
13:10–17 es parecido al de Mateo 12:9–14, pero ahora con un buey o un asno al
que dar de beber en sábado (cf. m. ʿErub. 2:1–4; CD-A XI, 5–6). El buey y el
asno puede que sean un eco del mandamiento deuteronómico sobre el sábado (Dt
5:14), y si es así, probablemente apoye indirectamente esa práctica con los
animales en línea con la intención de Dios de que ellos también se beneficiaran
del sabbat. Igual que en Mateo, lo que se tiene en mente es el sufrimiento del animal
en vez de una amenaza para la vida.
Aunque el ambiente y algunos
detalles importantes son bastante diferentes, el argumento de Lucas 14:1–6
vuelve a ser generalmente equivalente al de Mateo 12:9–14. Una comida en sábado
en la casa de un destacado fariseo es todavía más provocadora que la sinagoga
como entorno para una sanidad (Lc 14:1). Y esta vez Jesús inicia la confrontación
planteando la pregunta de la licitud de las curaciones en sabbat (Lc 14:3).
Ahora, en lugar de una oveja, tenemos un asno o un buey (o posiblemente un hijo
o un buey; el texto no es seguro en este punto) (Lc 14:5). Cualquiera de ellos
podría ser un eco, como ya hemos visto, de Deuteronomio 5:14 (el último como
primer miembro de la primera y última serie de parejas). Tal vez se introdujera
«hijo» a la vista de una postura judía más extrema, menos dispuesta hacia los
animales, como la que se encuentra en CD-A XI, 13–14. Aquí, el lugar en el que
el hijo o el animal ha caído es un pozo, con la amenaza añadida de ahogarse, en
lugar de una zanja (Lc 14:5). La incapacidad de los escribes y fariseos para
responder (Lc 14:6) indica la efectividad retórica de las palabras de Jesús. Como
en los demás Evangelios sinópticos, la preocupación no es cuestionar el sábado,
sino defender que el tipo de actividades en las que Jesús participaba tiene
cabida dentro del sábado.
3.4.
Juan.
En el Evangelio de Juan Jesús
sana en sábado en dos ocasiones (Jn 5:2–18 [con 7:19–24]; 9:1–41), ambas
bastante peculiares. En Juan 5 Jesús crea una doble ofensa sabática, primero
llevando a cabo la «obra» de sanidad (Jn 5:15–16) y luego haciendo que el
hombre sanado tome su lecho y se marche con él (Jn 5:8–10). Sobre la curación como
trabajo, véase el análisis de Marcos 3:1–6 en el apartado 3.1. Llevar carga en
sábado, sobre todo fuera de la casa, se consideraba generalmente como trabajo (m.
Šabb. 5–6). La defensa que hace Jesús de su comportamiento crea todavía más
ofensa, con su afirmación de mantener una relación de intimidad con Dios, que
es vista como si Jesús «se hiciera igual a Dios» (Jn 5:18). Jesús defiende su
conducta por partida doble. Primero, al «trabajar» en sábado afirma estar
haciendo lo que Dios hace (Jn 5:17). Existe una relación paradójica entre esta
afirmación y la perspectiva de Génesis 1. La aparente contradicción invita a
investigar qué tipo de trabajo podría estar haciendo Dios. La respuesta habría
que buscarla en conexión con la renovación de la creación, con la redención. En
el plano mundano el descanso sabático tiene que ver con la renovación del
cuerpo, pero en un plano superior se trata de la renovación de la relación con
Dios. Por este motivo, no podría haber un mejor día que el sábado para que Jesús
estuviera ocupado devolviéndole a las personas la plenitud.
La segunda línea de defensa se basa
en esta perspectiva, pero ofrece un argumento más parecido al que encontramos
en los sinópticos. La ley no solo permite, sino que incluso requiere, llevar a
cabo la obra de circuncisión en sábado para permitir que los niños recién
nacidos entren a formar parte de la alianza, eliminando el impedimento que de
otro modo los excluiría (Jn 7:22–23). La circuncisión se ocupa de un problema
con una parte de la anatomía del varón; la sanidad de Jesús se ocupa de las
necesidades de todo el cuerpo humano (Jn 7:23). La aparente aceptación en Juan
5:18 del punto de vista de que Jesús ha violado el sábado queda neutralizada
con el «no juzguéis según las apariencias» en Juan 7:24 y resulta ser tan solo
el modo en que ven las cosas los adversarios de Jesús. En la curación del
*ciego de nacimiento en Juan 9, no es Jesús, sino el ciego, quien defiende a
Jesús. Por lo que respecta al ciego, la bondad y el poder implícitos en la
sanidad dejan claro que Jesús proviene de Dios y hace la voluntad de Dios. Aquí
no encontramos nada sobre por qué la curación es una actividad apropiada para
el sábado. Pero el material de Juan 5 y Juan 7 también se aplica a Juan 9.
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Notas:
Material tomado de: Diccionario
de Jesús y los evangelios (CLIE).
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L.
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Implications Revisited», en Judaistik und Neutestamentliche Wissenschaft:
Standorte-Grenzen-Beziehungen, ed. L. Doering, H.-G. Waubke y F. Wilk (FRLANT 226;
Gotinga: Vandenhoeck & Ruprecht, 2008) 217–41.
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